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Everest día a día

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25 septiembre. EVEREST Campo Base

Cinco alpinistas alcanzaron ayer el campo III, a 7.300 metros.

Foto
Alberto Posada y Fernando Rubio avanzan
en la Comba Oeste (Foto Iñaki Ruiz)
Koldo Orbegozo, Alberto Posada, Guillermo Bañales, Iñaki Ruiz y Fernando Rubio llegaron ayer ascendiendo las pendientes heladas de la pared del Lhotse hasta el exiguo emplazamiento del campo III. Fue una larga ascensión de más de cinco horas y media que colocó a estos alpinistas en una buena posición casi en el final de su etapa de aclimatación. Habían partido en la madrugada desde el campo II; cielo estrellado, viento en calma, dolores de cabeza olvidados. Un desayuno ligero, mochilas con un poco de comida, ropa de abrigo. Crampones obligatorios, piolet también, arnés, bloqueador. Venciendo el frío de la mañana los cinco vizcainos arrancaron cuesta arriba hasta el campo III.

El campo está instalado casi sobre el vértigo. "En una pendiente de 45 grados se ha excavado una plataforma en la que justo, justo, entran las dos tiendas de campaña", explicaba Orbegozo por la radio.

Dos pequeñas cúpulas en las que los cinco montañeros apiñarán sus cuerpos para vencer al frío de la noche que seguro será menor de los quince grados bajo cero. "Desde el campo II hay que cruzar el glaciar y caminar una gran diagonal para esquivar una barrera de grandes seracs de hielo. Después de rebasarlos hemos continuado un tramo acercándonos a la base de la pared del Lhotse. Allí se toma ya la ruta que escala la pared de esta montaña unida por el cordal del collado sur al Everest. Poco más allá comienza la cuesta en una pendiente muy fuerte, de unos 75 grados de inclinación, con hielo muy vivo en un tramo corto; luego la pendiente permanece en unos cuarenta y cinco grados hasta el campo III y todo este tramo está equipado con cuerdas fijas", explicó Koldo Orbegozo.

Corría el filo del mediodía y los cinco se refugiaban en las tiendas. "Ha comenzado un viento muy fuerte así que nos vamos a abrigar para no helarnos", terminó. Un par de horas más tarde el teléfono satélite de nuestro campo base llevaba hasta la sala de prensa de la Diputación Foral las voces del doctor, del especialista en limpieza del campo base y también, mediante las ondas hertzianas llegadas desde los campos de altura, la voz de los expedicionarios. Más abajo, en la aproximación por el valle de Khumbu, desde Lobuche, un par de etapas más abajo, participaba en la rueda Nestor de Goikoetxea, de la empresa patrocinadora ASER, que llegará el sábado a nuestro campamento base. Con su familia al completo viaja también a la montaña. En realidad "radio macuto" ya nos había comunicado el miércoles que cuatro personas, alojadas entonces en Namche Bazaar, venían a nuestro campo base. Con medios de comunicación modernos o sin ellos los secretos son imposibles en el valle de Khumbu.

En el campo II Juanrra Madariaga y Javier Mugarra descansarán una noche para tomar el relevo en las tiendas del III a sus compañeros. La aclimatación estará así casi al completo.


Entre los mil primeros

Los siete alpinistas vizcainos que estos días intentarán la cima del Everest aspiran a ser los primeros de este territorio en escalar la montaña pero también a estar entre los mil primeros ascensionistas de la cima del mundo. La estadística de visitas a las alturas del Sagarmatha se ha venido multiplicando en los últimos años y no deja de ser curiosa su lectura.

En su actualización tengo que reconocer la colaboración puntual de Miss Hawlley, con seguridad la persona que mejores datos tiene sobre las montañas del Himalaya, y también los datos aportados por el bilbaino afincado en Londres Xabier Eguskitza, una auténtica computadora mental de los ochomiles.

El Everest reúne ya un total de 932 ascensiones que han sido realizadas por 726 personas distintas. De estos ascensionistas 41 son mujeres. Son 105 alpinistas, una mujer entre ellos, los que han coronado la cima del mundo en más de una ocasión. De todo este cúmulo de escaladas sólo 64 se han realizado sin utilizar oxígeno artificial, sólo una mujer entre ellas -la neozelandesa Lidia Bradey-, lo que prueba la dificultad añadida de llegar al más alto de los ochomiles sin ayuda del "gas de vida".

Desde la primera ascensión protagonizada por Hillary y Tensing en mayo de 1953 hasta hoy 184 expediciones de 47 países diferentes han logrado algún éxito en el Everest aunque se cuentan en varios cientos las que volvieron de vacío a sus casas. En Euskalherria suman un total de doce ascensionistas, que forman parte de la lista de 30 nacionalizados en el Estado.

Entre los datos curiosos de las estadísticas del Everest se puede citar que el escalador más añoso que alcanzó la cumbre fue un gallego, Ramón Blanco, que logró su propósito el 7 de octubre de 1993, cuando tenía 60 años y 160 días. En la misma jornada llegaron al Everest 11 personas y entre ellas también el alavés Juanito Oiarzabal. El más joven continúa siendo el francés Bertrand Roche que llegó a la cima cuando tenía la edad de 17 años y 217 días; ascendió con su padre, Jean Nöel, un conocida guía alpino el 7 de octubre de 1990.

Curiosamente hasta hace muy pocos años la mayor parte de ascensiones realizadas en el Everest a través de una ruta original corresponden a la del Collado Sur, siendo muy minoritarias las que se realizaron por la considerada "normal" de la vertiente norte. Hasta el final de 1993 se habían contabilizado 510 ascensiones por Nepal y tan sólo 104 por Tibet. En la actualidad, y dado el precio que han adquirido los permisos para llegar al Everest por Nepal, es mayor el número de expediciones que optan por la vertiente tibetana. A favor además de su precio cuentan con una ruta más factible y sin los problemas añadidos de la cascada de hielo que ofrece la vertiente nepalí. Prueba de este hecho es que durante este otoño son diez las expediciones que intentan la montaña por Tibet mientras sólo tres, una de ellas ya anulada, lo hacen por Nepal. En estas cuestiones el señor don dinero también manda.


LA BOTELLA DEL PIS

Imaginénse diez grados bajo cero, tal vez veinte, incluso treinta o más. Imaginénse una pequeña tienda plantada sobre la nieve y en su interior, cobijados como en una cáscara de huevo dos alpinistas, arrebujados en un grueso saco de dormir que conserva a duras penas la temperatura corporal.

Foto
Santiago Yaniz con su botella de pis. (Foto Kepa Lizarraga.)

A media noche la vejiga aprieta. Cada alpinista sabe que antes de acostarse debe dejar muy a mano y en lugar controlado dos cosas: la linterna frontal y la botella del pis. Cuando la vejiga aprieta basta echar mano de la segunda, basta sacar un sólo brazo del calorcito del saco, a tientas capturar la botella de refresco, llevarla al interior y por fin colocarla en posición. Allí adentro cada uno tiene sus maneras y manías: de costado, boca abajo, hay quien necesita colocarse de rodillas… Aliviada la tensión de la vejiga, la botella del pis aún tiene utilidad. En medio de aquel frío, es como la botella de agua caliente que nos ponía la abuela al ir a la cama. Debe guardarse por obligación pues si se queda fuera del saco se congelará con toda seguridad y por la mañana no hay quien la vacíe.

Las mujeres lo tienen mucho más difícil. Hay casos en que optan incluso por utilizar una sonda médica para poder orinar en un recipiente. En otros no hay más remedio que salir al espeso frío. Me lo explicaba Jannick Navarro, con dos ochomiles a sus espaldas y ahora camino del Everest sin oxígeno: "Yo no paso por lo de la sonda y no me queda más remedio que salir de la tienda. Me he encontrado en muchas situaciones llorando de sufrimiento; sales, corres la cremallera trasera del pantalón y al instante estás muerta de frío… yo lo llevo muy mal".

En estas grandes montañas hay cosas que acompañan a los alpinistas a cada campamento, cada noche; la botella del pis es fundamental.



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