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Así entrenan los alpinistas
Un plan de trabajo individualizado permitirá mejorar su rendimiento en el Everest.

A los lectores de DEIA y a todos quienes se sientan un poco cómplices del espíritu de los alpinistas de la Expedición Vizcaina Medio Ambiente lanzo desde aquí un desafío. La próxima semana han de ser dos las columnas que ocupe nuestra campaña «Ven con nosotros»; ya casi en esta ocasión lo hemos conseguido. Ese apoyo servirá para llevar nuestra bandera hasta la cima, también para comprar unos buenos guantes a los expedicionarios y para traernos la basura que salpica el campo base hasta casa. Para esto de la basura hay ya un millón de pesetas reservado. A más recursos económicos más basura se podrá evacuar desde allí. Para eso también hace falta un fuerte empuje .
    Mientras tanto ya se preparan los paneles solares y demás parafernalia de alimentación energética en la que no faltarán pilas Cegasa, fabricadas en Euskadi.
    Y, sin dejar un día, los alpinistas entrenan y muy duro.
    Lo hacen cada uno a su manera, cada uno a
El entrenamiento dirigido por los médicos
posibilita en la actualidad partir en óptimas condiciones físicas para afrontar los esfuerzos extremos de los alpinistas en las montañas de más de ocho mil metros.
fotográfica hasta el seis mil Island Peak, hasta los primeros campos del Everest cruzando la imponente cascada de hielo, o hasta donde las posibilidades y las fuerzas lo permitan, porque uno no lleva permiso de ascensión a la montaña por aquello de que no hay dólares para pagarlo.
    Hace un par de semanas, el médico y este testigo quisimos seguir los pasos desde Bilbao hasta el Gorbea, en lo que era, más que un entrenamiento «sólo un paseo para conversar». Los alpinistas no pararon de hablar ni siquiera en los más empinados repechos de Untzueta que, todo hay que decirlo, remontaron a una de caballo por lo más agreste. El doctor y un servidor perdimos allí el resuello y nos convencimos de que quienes van camino de la cumbre del Everest llevan una buena forma por delante.
    Nuestro apoyo, la motivación y las buenas circunstancias de la montaña pondrán el resto para que a finales de septiembre uno o varios de ellos estén en la cima del mundo.
su ritmo, tal como el doctor Kepa Lizarraga les ha «ordenado». Se les puede ver a unos por el monte, a pie o en bici; a otros corriendo cuesta arriba, o en llano. Todos con el «marcapasos» puesto. En la muñeca su Polar-Macario parece un reloj de última generación. Y lo es, pero además es una computadora en pequeño que recoge los ritmos cardíacos, almacena el pulso máximo, el mínimo, toca el timbre cuando el deportista excede de su ritmo recomendado... Todos ellos llevan al pecho sujeto con una banda elástica el «pulsómetro», el receptor que se encarga de mandar la señal del corazón hasta el reloj Polar. Así el deportista controla su entrenamiento, a 150 por hora, a 140, en series más rápidas, en tiempo más prolongados, es un suponer.
    El tiempo de «ir al monte y basta ya pasó».
Ahora los médicos deportivos saben mucho de preparación y someten a los alpinistas a una prueba de esfuerzo, sobre una banda rodante o en bicicleta, o sobre el propio terreno. Saben así qué les falta, si deben trabajar la potencia, o el fondo, o el ritmo cardíaco. Y en función de todo ellos organizan el entrenamiento.
    A Iñaki Ruiz la bici de montaña se le queda pequeña y prefiere subir a la montaña; Madariaga le pega a la carrera con orden de bajar su ritmo cardíaco; Orbegozo lleva lo del pulsómetro a rajatabla; Posada se hace un lío con el aparatejo pero no por esos baja la guardia.
    Quien esto escribe está también poniendo a punto su forma, necesaria aunque sólo sea para disfrutar en vez de sufrir en el camino hasta el campo base. Y mucho más para intentar alguna escapada
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