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El alto precio del Everest
Son muchos los millones de pesetas los que hay que empañar para intentarlo.

No es nada fácil llegar siquiera a la base de la más alta montaña de la tierra con una autorización en la mochila para intentar llegar a la cumbre. No lo es por dificultades técnicas, tampoco por problemas de altura; es muy difícil dar los primeros pasos hacia el Everest símplemente por el elevado presupuesto económico necesario.
    Se ha hablado mucho de las elevadas sumas que el ministerio de Turismo Nepalí cobra a las expediciones pero, si he de ser sincero, les diré que no salía de mi asombro cuando los montañeros de la Expedición VizcainaMedio Ambiente 97 me desglosaron sus capítulos presupuestarios. Siempre en dólares pues la moneda americana manda en esto de las expediciones y el dolor se multiplica cuando la traducción se hace a pobres pesetas.
    Concedido el permiso oficial, éste permite el
acceso a la cumbre a un máximo de siete personas por expedición. Su precio, innegociable y pagadero dos meses antes de partir, se eleva a 70.000 dólares, es decir, algo más de diez millones de pesetas. Sólo tienen derecho a intentar subir a la cumbre en esta tarifa Juanrra Madariaga, Guillermo Bañales, Alberto Posada, Koldo Orbegozo, Javier Mugarra, Iñaki Ruiz y Fernando Rubio. Si el doctor Kepa Lizarraga, Mariano Molinero o este que escribe quisieran dar un paso más arriba del campo base deberían desembolsar cada uno 10.000 dólares adicionales.
    A estas desorbitadas cantidades hay que sumarles el coste del transporte de los equipos y alimentación hasta el campo base. A la expedición vizcaina le costará trasladar los aproximadamente 1.500 kilos de materiales desde Kathmandu hasta el aeródromo de Luckla 2.000 dólares a los que hay que sumar el trabajo de unos 60 porteadores que cobran 7 dólares diarios.
Los expedicionarios y el turismo son, con la agricultura, las dos principales fuentes de ingresos de Nepal y el Everest se ha convertido en un objeto de especulación.
    Un gran pellizco es el que se lleva el equipamiento del oficial de enlace, un militar o policía que el ministerio envía para ayudar y sobre todo controlar a la expedición, los sherpas de altura y los ayudantes del campo base; en total unos 8.000 dólares para sus cosas a las que hay que añadir sus salarios. Otros 4.000 dólares son para sufragar el «peaje» de la Cascada de Hielo, un caótico glaciar que los sherpas equipan con escaleras y cuerdas fijas y que antes debían instalar las propias expediciones.
    Seguros, transportes y un largo etcétera de varios sirven para terminar las sumas, redondeadas con la fianza ecológica de 4.000 dólares que paga cada expedición y es
devuelta si evacúa sus desperdicios o supuestamente empleada para limpiarlos. En la mayoría de los casos ni uno ni otro supuesto se cumple y por esta razón todavía son necesarias las operaciones de limpieza en esta montaña. Fue duro ver la expresión de Guillermo Bañales, encargado de las listas de materiales de los expedicionarios, cuando dijo: «Estamos en casi cinco kilos de presupuesto para equipos pero no nos va a llegar y hay que rebajarlos a tres; he reducido a la mitad la ropa personal, vamos a negociar las cuerdas, repartiéndolas con otras expediciones». El precio que los extranjeros pagamos tiene un consuelo: aceptar que se está destinando a un país que necesita recursos externos para sobrevivir y que algo quede distribuído en el propio pueblo sherpa.
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