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7 Octubre. EVEREST Campo Base

Un repentino temporal obliga a los alpinistas a descender al campo base.

La radio comenzó a emitir desde las dos de la mañana. El equipo navarro del Lhotse, Iñaki Otxoa de Olza y Antonio Akerreta debían partr a esa hora desde su campo IV, a 7.800 metros. Desde el campo base una grabación musical estaba preparada para animar su salida. Nunca llegó a sonar.

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Atravesando el glaciar en el descenso
del campo III (Foto Iñaki Ruiz)

"Imposible moverse, ha caído medio metro de nieve y el viento es fortísimo. Imposible. Hay que bajar. En cuanto haya un punto de luz nos vamos para abajo", apuntó Otxoa de Olza.

Eran las 4,45 de la mañana cuando abandonaban el campamento. A esa misma hora en el campo III despertaba la alarma: "No podemos salir de las tiendas, el tiempo es fatal, hay que bajar", advertía Alberto Posada.

En contacto con los franceses, cuyas tiendas estaban muy cerca en la pendiente del Lhotse, Ivan, su jefe, establecía conversación mediante la emisora: "Creo que hay que bajarse de aquí, ¿eh?, cuanto antes. El tiempo está muy deteriorado. Es mejor salir de aquí cuanto antes. Nosotros hemos avisado a dos sherpas para que salgan a nuestro encuentro".

"Si, eso es algo que tenemos seguro. Estamos ya preparándonos", respondió Fernando Rubio.

"Bueno, será mejor si bajamos todos juntos, más seguro, ¿no?", inquirió Ivan. "Sí, sí, de acuerdo, en cuanto estemos listos os avisamos", terminó Rubio. En el valle de Khumbu unas espesas nubes avanzaban a gran velocidad, haciendo girones y revolviéndose en curiosos remolinos sobre las cumbres. El viento había también sacudido las tiendas del base durante toda la noche.

Se llamaba desde el base a los navarros inquiriendo su posición, supuestamente de camino hacia el campo II. Sin respuesta. La preocupación crecía en su compañeros que sólo sabían de su partida, desde 7.800 metros.

A las 6,30 Madariaga intervenía desde el campo II, donde había pasado la noche con Bañales: "Desde aquí no se ve todavía a nadie bajando. Aquí están los sherpas como locos poniendo piedras en todas las esquinas, para intentar que aguanten las tiendas. La cocina de los franceses ha desaparecido, las tiendas de los coreanos están casi todas rajadas; nuestras Makalu son las que mejor están aguantando, pero esto es terrible. Pero no creo que estos tengan problemas para llegar desde el campo III porque tienen cuerdas fijas hasta abajo".

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Fernando Ruiz llega al final de la
cascada de hielo (Foto Santiago Yaniz)
Pasaron después momentos de incertidumbre mientras las nubes se cerraban de forma intensa sobre el valle del silencio, circulando con intensidad entre el Everest y el Lhotse.

A las 7,30 de la mañana la última tienda entera del campo de los japoneses salía volando hacia la comba oeste. "Yo creo que se ha acabado para ellos la expedición, no les queda una tienda en pie", confirmaba Bañales.

Poco después alcanzaban el campo II los alpinistas vizcainos. "Fernando tiene un dedo un poco tocado y Koldo también tiene los dedos de una mano un poco azulados, por el frío; los demás están bien" advertía a Lizarraga Bañales.

"Que tomen un par de pastillas de Hemovás -un vasodilatador periférico- y ponerles un poco de agua templada, no creo que sea serio", aconsejó el doctor.

Los navarros también habían alcanzado para entonces el base. "Estamos bastante desgastados; yo no se si tengo pitera para bajar. Hemos llegado bastante justillos de fuerzas como para llegar al base, creo que nos vamos a quedar en el dos", aclaraba Antonio Akerreta.

Un descanso en el campo II y una larga toma de decisiones. De una tienda a otra, de las vizcainas a las francesas que quedaban en pie se hablaba a través de las emisoras. La cocina desmontada, las de los sherpas echadas al suelo para que no se las llevara el viento… aquello casi era un caos.

Demasiadas opiniones desde el campo base aconsejaban esto o lo otro: quedarse, bajar al base, esperar en el dos. Lizarraga, Perezgrueso, Fausto di Stefani… opinaban sobre la meteorología, sobre los ánimos y los desánimos. Los sherpas querían evacuar rápidamente el campo dos, querían terminar con la expedición. El debate duró un largo rato entre el base y el dos, entre franceses y vascos. "Vosotros, ¿qué hacéis?, ¿quienes bajáis?, ¿quienes os quedáis?.

A las 10,30 la decisión estaba tomada. Se bajaban todos excepto Bañales y Posada. Los sherpas de la expedición vizcaina al completo también abandonaban poco después. En una tienda de los franceses aguantaban sus cinco sherpas, Yannick Navarro, Marie Cristine y Michel.

El viento no paraba, el campo II al garete, Bañales y Posada decidían seguir a sus compañeros hacia abajo. El grupo francés era el único que decidía permanecer a la espera: "Voy a quedarme uno o dos días más, porque si bajo al base sé que no voy a volver a subir" aclaraba Yannick.

Eran las dos de la tarde cuando todos los vizcainos llegaban de forma escalonada al campo base; con ellos sherpas, alpinistas coreanos, japoneses… A su espera llegaban compañeros con cantimploras de agua, como en la espera de una arribada a puerto. Los vizcainos comieron y descansaron. Orbegozo y Rubio recuperaron sus dedos adormilados, sin problemas, sin necesidad de tratamiento.

"Mal tiempo, puede que los dioses no estén contentos", había dicho uno de los sherpas.

14,53 horas: Antonio Akerreta e Iñaki Otxoa abrían una esperada comunicación desde el campo Y: "Estamos bajando, cansados y deshidratados; preparadnos algo para cuando lleguemos, porfa", advirtió Akerreta.

El campo base estaba por la tarde lleno de gente, la montaña prácticamente vacía. Los elementos de la naturaleza mandan también en la montaña.

Habrá que esperar a una segunda y difícil oportunidad.


CUANDO LA MONTAÑA MANDA

La montaña es dura. Lo dicen quienes abordan sus caminos. Ellos también aseguran que la montaña tiene sus reglas. Hay ocasiones en que el sol calienta sus laderas y otras en que estas son azotadas por los vientos. También sucede a veces que el viento empuja las nubes y estas ocultan al sol y entonces el frío se adueña de sus rincones en cuestión de minutos.

Los alpinistas saben que sus pequeñas casitas de nylon son como plumas cuando la naturaleza lo quiere, los alpinistas saben y lo conocen muy directamente, que hay ocasiones en que la naturaleza manda.

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Pirámide del Everest y Lhotse, sobre la
comba oeste (Foto Santiago Yaniz.

Y entonces sólo la espera o la ausencia valen como respuesta. Los fuertes esperan y arriesgan. Pero la montaña siempre manda.



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