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Everest día a día

OIARZABAL: UN HOMBRE TENAZ
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9 Octubre. EVEREST Campo Base

LA EXPEDICION AL EVEREST ABANDONA LA MONTAÑA

En la tarde de hoy los cuatro miembros de la expedición Bizkaia Medio Ambiente Everest 97 que habían ascendido al campo II con intención de continuar hacia la cumbre el día 12 han descendido de nuevo al campo base ante los fuertes vientos que sacudían el campamento.

Hace varios días el primer intento hacia la cima se vio rechazado en el campo III a donde habían ascendido cuatro alpinistas vizcainos. Hoy se quemaba el último cartucho de la expedición que se ha visto imposibilitada para continuar hacia la cima del Everest incluso sin alcanzar el collado sur.

Quedan unos días para terminar de recoger los campos de altura y organizar el porteo de los meteriales y también la basura recogida hacia Kathmandu.

S.Yaniz

Oiarzabal: un hombre tenaz.

Es un tipo astuto, duro de carácter pero blando de corazón. Su tenacidad y empeño permanente tras lo que cree ser su vida le ha valido a Juanito Oiarzabal ser el primer ochomilista del Estado en esa que algunos califican de loca carrera por alcanzar los catorce cimas de más de ocho mil metros.

El alpinista alavés se confiesa a sí mismo un tipo orgulloso, vanidoso también, de los que les gusta ser admirados en su tierra. Y así es que cuando camina por su Gasteiz se le saluda con amistad, también con respeto.

Criado desde joven en las cosas del monte, comenzaba a salir al Pirineo cuando tenía apenas diecisiete años y aquella experiencia nueva sería ya parte de su vida permantemente. Las escaladas en las rocas calizas de Egino también estuvieron entre sus primeras experiencias. Eran los tiempos mozos del alpinismo en Euskal Herria y se aprendía entonces entre amigos, con asombrosas excursiones, largas noches al raso y no pocas dificultades económicas.

Apellaniz fue compañero de fatigas de Oiarzabal y juntos hicieron un largo currículum de discusiones y también de ascensiones. Como dos hermanos que se quieren y nunca dejan de reñir recorrieron no pocas paredes del Pirineo antes de embarcarse en su primera aventura himalayista.

Era el año 85 y fueron una larga cuadrilla de Gasteiz los viajeros a aquella montaña. La primera cima ochomilista que encendería una llama muy viva en el corazón del alavés.

Era entonces "Juanito el pescatero", una profesión la suya que compartiría con largas e infatigables escapadas a las cimas. Teniendo como compañero de ruta a Atxo Apellaniz formaría una de las cordadas de mayor compromiso en Euskal Herria que se aplicarían al estilo de himalayismo de los años ochenta con toda efectividad. Tres ochomiles en su historial y no pocos retos de gran valor serían un buen pie para abrirse camino en una nueva carrera.

Cuando Oiarzabal coronó el Everest en 1993 dio el gran paso de su historia. Entraba en la larga lucha por apuntarse a la corta lista de alpinistas que han alcanzado las catorce más altas cimas del mundo.

Patrocinio serio, popularidad y amplio seguimiento desde los medios de información iban a ser continua compañía del alavés.

Su orgullo era ya imparable, creciente si cabe. Viaje alpinístico, vuelta a casa, nueva partida vendrían a ser hábito para Oiarzabal. Ese continuo viaje formaba parte y lo hace todavía de su espíritu. "Cuando estoy fuera un mes estoy deseando volver y cuando llevo aquí quince días me falta el tiempo para marcharme" , ha afirmado en más de una ocasión. Es la vida de su ciudad la que le engancha, los amigos, las tardes de sociedad, una buena partida de mus en tertulia. Y de ella no puede ni quiere escapar porque reconoce que es de las cosas que merecen la pena.

Por el contrario no es un filósofo, ni tampoco un romántico. ¿La montaña?, es una cosa de costumbres, de aficiones contraídas como cualquier otra. Pero allí es tenaz, insistente. Esa es su fortaleza.

"Hay que tener muy claro que allí se sufre, que las pasas canutas y si aguantas serás capaz de llegar arriba" , explica como teoría fundamental.

Tan alabado por unos como criticado por otros Oiarzabal se defiende con parecidos argumentos que quienes le atacan. "Son envidias; en nuestro mundo también hay muchas envidias y mucha primadona, todos queremos que se nos reconozca" , aclara. La carrera ochomilista le ha quitado ya algún día el sueño, particularmente cuando piensa que algún día puede adelantársele cualquier contrincante amigo. El año dos mil es su fecha reto, aunque él asegura no tener demasiada prisa. "Si puedo estará bien, ya tengo mis planes aproximados, pero si no salen pues no pasará nada", dice Oiarzabal.

Esa larga vida alpinista ya le ha pegado algún buen susto y en los últimos años ha podido parecer que la mala suerte le perseguía.

¿Accidentes?, muchos, -aclara- escalando en Egino me estrené; después en el Tozal del Mallo, también en coche. Pero para mí el peor momento en la montaña fue el que viví en el Shisha Pangma. Vi la muerte de cerca, muy cerca y sufrí mucho, como nunca en la montaña. Y además con el recuerdo de Zulu al lado", termina.

Vivencias hermosas tiene muchas también y recuerda en especial la del K-2: con los Iñurrategi, con De Pablo, una ascensión perfecta y en unas condiciones ideales, el mejor de mis recuerdos".

Ahora, tras el redoble de una ascensión difícil a una montaña peligrosa, tras esta reciente victoria al Manaslu, Oiarzabal refuerza su ánimo, recobra su energía para avanzar en una carrera que no acabará con su espíritu de viajero. Shisha Pangma, Dhaulagiri y Annapurna le esperan todavía. "Y después quiero ir a la Antártida, tal vez al polo norte, hay muchas cosas que quisiera hacer; y, si termino los catorce, será más fácil conseguir apoyo" , concluye.

Oiarzabal es un incansable, un hombre que ha puesto en las montañas su mirada y en ellas está también su vida.

Juan Oiarzabal. Historial ochomilista

    Cho Oyu 15.05.85
    Gasherbrum II 16.08.87
    Nanga Parbat 12.07.92
    Everest 07.10.93
    K-2 23.06.94
    Makalu 08.05.95
    Broad Peak 12.07.95
    Lhotse 02.10.95
    Kangchenjunga 06.05.96
    Hidden Peak 09.07.97
    Manaslu 09.10.97


ALARMA EN EL KHUMBU Y FIN DE LA EXPEDICION VIZCAINA


Desaparición de alpinistas checos en el Pumori y nueva evacuación del campo II del Everest

Santiago Yaniz Aramendia

Foto
Abandono en medio de la ventisca
(Foto Iñaki Ruiz).

La alarma ha corrido durante todo el día de ayer en el valle de Khumbu tras la desaparición, a primeras horas de la mañana, de tres alpinistas checoslovacos que ascendían al Pumori, una cima de 7.160 metros situada frente al Everest.

Así comenzó una jornada de inquietud en la que el viento no cesaba y que iba a concluir con un fuerte temporal de nieve que hacía de nuevo evacuar el campo dos a los alpinistas vizcainos sin permitirles un mínimo avance en su último intento hacia el Everest.

No eran todavía las nueve de la mañana cuando el shirdar del campo base francés llegaba asustado para comunicar que había visto caer tres alpinistas en la ladera somital del Pumori. En contacto por radio pudo saberse que eran montañeros checos y que no se tenía contacto con ellos desde la mañana.

La incertidumbre sembró de alarma el campo base del Everest mientras Alberto Posada, Guillermo Bañales, Koldo Orbegozo e Iñaki Ruiz ascendían hacia el campo II en el que parecía el intento definitivo hacia la cima.

La tienda comedor de la expedición vizcaina se convirtió enseguida en centro de comunicaciones entre los campamentos para intentar contactar con los accidentados pero todo fue en vano.

La sorpresa saltó cuando a base de explorar la montaña con prismáticos pudo verse descendiendo a un alpinista sólo. Puestos al corriente dos escaladores que, en la misma ruta acababan de alcanzar el primer campo del Pumori, salieron a su encuentro con gran esfuerzo.

El alpinista resultó ser el compañero de los accidentados que había abandonado la ascensión cuando su equipo partía del campamento y nada conocía de la situación vivida más arriba.

Los alpinistas vizcainos alcanzaban el campo II pasado el mediodía y allí encontraban fuerte viento aunque el día estaba soleado. Repusieron sus fuerzas para preparar la ascensión hacia los campos superiores y descansaron en compañía de los alpinistas franceses con los que compartirían el intento a la cima.

Rondaban las dos de la tarde cuando un grito trajo de nuevo un aviso sobre el Pumori: "un alpinista está bajando desde el collado" . De nuevo las radios reiniciaron conversaciones sin descanso, en inglés, en esloveno, en checo, en sherpa. De nuevo los eslovenos iniciaron su camino desde la atalaya de su campo II para ir al encuentro del alpinista que descendía.

Le vimos dando tumbos, levantarse, arrastrarse. Al cruzar una rimaya cayó por la nieve una veintena de metros. Avanzaba un corto trecho y caía. Los eslovenos, entre ellos un médico, sin haliento, partiéndose el pecho en la pendiente alcanzaron en medio de una cascada de seracs al checo. La radio advirtió que el hombre no hablaba, que estaba en muy mal estado. Y se comenzó su descenso hacia el campamento; ayudado por dos alpinistas, a ratos deslizándolo sobre la nieve. Pasaban las cuatro de la tarde cuando el checó alcanzó el salvavidas de la tienda de los eslovenos.

Un poco más al oeste otros dos eslovenos abrían ruta nueva en el Pumori con el Ochomilista Carlos Carsolio. "Me estoy cagando de miedo, la ruta es muy bonita pero la nieve está muy mal y peligrosa. Es ahora cuando uno piensa qué carajo hace aquí arriba subido. Vamos a tallar una plataforma para quedarnos aquí a vivaquear, es el único sitio útil en este tramo. Habíamos calculado dos vivacs pero tendremos que hacer tres casi seguro ", explicaba Carsolio desde su arista.

En el campo base del Everest los cocineros comenzaban a tirar cuerdas de escalada para afianzar el tejado de su cocina. El viento no paraba sino que aumentaba. Por el valle de Khumbu los nubarrones llegaban ocultándolo todo.

Para entonces en el campo II del Everest se estaba tomando una seria decisión: había que bajar de nuevo. Sherpas de varias expediciones y los cuatro alpinistas vizcainos evacuaban el campo bajo la influencia de un fuerte temporal donde el viento amenazaba las tiendas sin parar.

Era de noche y todos los alpinistas vizcainos estaban ya en el campo base. Arriba, en el dos del Everest, de nuevo permanecían tres franceses y sus sherpas. La radio trajo una buena noticia al campo base: "el alpinista checo está bien, mañana podréis hablar con él".

Había otras malas que nadie decía. Arriba estaban sus dos compañeros. Hoy probablemente la ayuda no servirá para nada. La expedición vizcaina al Everest había quemado su último cartucho. Hoy seguro que ya no habrá una nueva oportunidad. La expedición vizcaina al Everest terminó ayer.


El canto de un pájaro

Foto
Ultima mirada sobre el Everest, ayer camino
del campo dos (Foto Iñaki Ruiz).

Bajo las primeras luces de esta jornada y desde la intimidad de mi tienda he escuchado el trino de un pájaro, insistente, sonoro, musical. Cantaba alegre en medio de un intenso frío.

Por un instante he cerrado los ojos y me he trasladado con la memoria a un fresco amanecer otoñal de nuestros bosques de Euskal Herria, también animados por los trinos de los pájaros. Y lo he imaginado con bruma deshilachándose entre los árboles, una bruma misteriosa velando en girones el dorado color del otoño. He imaginado también el aire húmedo que llena de perlas brillantes el tapiz verde del paisaje, las calizas que asaltan vigorosas la mirada, el calor humano de una chimenea humeante.

El pájaro se ha marchado, como hace todos los días, volando su música alegre por el valle. Hoy me ha traído a la memoria otros pájaros, otros olores, otros colores y se lo he agradecido con una lágrima y una sonrisa abierta desde una rendija de mi tienda. Somos aventureros pero en nuestro viaje hay también mucho sitio para vivir la añoranza.



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