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Everest día a día

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23 septiembre. EVEREST Campo Base

Si se cumplen las previsones de instalar los campos de altura para el 27 de septiembre

Koldo Orbegozo y Guillermo Bañales han dormido ayer en el campo II y hoy subirán hasta el emplazamiento del campo III, a 7.300 metros. El frío es durante la noche intenso, casi 7 grados bajo cero en el campo base y ya cerca de los diez bajo cero a 6.300 metros.

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Caminando junto al campo 1 en el
"valle del silencio" (Foto Santiago Yaniz).

En menos de diez días los porteadores de altura se ocuparán de terminar las intalaciones hasta el collado sur. Ayer Lhakpa Dorjee, nuestro shirdar, confirmó que sus sherpas trabajarán en conjunto con los de la expedición francesa y los de la coreana para terminar para el viernes la instalación de cuerdas fijas hasta el Collado Sur.

En el campo base permanecían ayer Alberto Posada, Fernando Rubio, Iñaki Ruiz, Juanrra Madariaga y Javier Mugarra que partirán hoy con intención de permanecer en altura durante tres o cuatro días completando la aclimatación definitiva. En los últimos días de mes, una vez que esta fase esté completada, todos los alpinistas descenderán hasta el campo base para descansar y recuperar las fuerzas durante unos cuatro días, reiniciando la ascensión hacia la cumbre.

Se pueden calcular así los primeros intentos entre el 3 y el 6 de octubre. Mientras tanto el resto de los proyectos de la expedición avanzan a buen ritmo. Se ha recolectado ya el veinte por ciento de la basura que el presupuesto estimado permitirá evacuar y el entorno de nuestra tienda comedor se asemeja en algunos momentos a una chatarrería. Después el material se reclasifica en sacos para acondicionar después las cargas para el transporte.


En busca de la basura

La de ayer ha sido una incursión peculiar, en buena y experta compañía. Fausto di Stefani, doce ochomiles, una expedición de limpieza al K-2, casi un mito del himalayismo. Fausto hizo de guía por las viejas morrenas del glaciar de Khumbu que en los días que lleva de expedición ha recorrido durante una infinidad de horas. Acompañó, mejor llevó, a Mariano Molinero, al doctor y al periodista entre penitentes de hielo, entre arroyos de deshielo, entre pedreras cubiertas de nieve. Viajamos por el pasado durante más de dos horas. Por el pasado porque entre aquellos hielos de estampa magnífica afloraban curiosas flores oxidadas: viejos cartuchos de gas, también bombonas, infinidad de fragmentos de cuerda, trozos de escala de aluminio, toneladas de aluminio asomando entre el hielo. Las instalaciones de la cascada tragadas por el hielo, los restos de los campos de altura abandonados en el glaciar viajando en el tiempo hacia el valle sin hielo.
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Fausto di Stefani y Kepa Lizarraga inspeccionan
las morrenas del Khumbu. (Foto Santiago Yaniz).
Muestras increíbles de la civilización en las montañas: jeringuillas, compresas sanitarias, cajas de embalar, plásticos de todos los formatos y de todos los envoltorios, estacas de aluminio, bidones de plástico, fragmentos de madera… "En 1983 se utilizaban estos tacos de madera para fijar las escalas en la cascada, y estas estacas se subieron en grandes cantidades para edificar cabañas para el campo II. Si camináis unos diez minutos más abajo podréis encontrar incluso restos de las primeras expediciones vascas y más arriba el campo entero de una expedición coreana", nos explicaba Fausto.

Entre todo este maremagnum de hielo los mejicanos edificaron un altar: telas bordadas, restos de páginas de textos bíblicos… "Dios está aquí", tallaron en varios témpanos de hielo antes de evacuar ayer la base del Everest.


¡AVALANCHA, COGED LAS CAMARAS!

¡Avalancha!. ¡Avalancha!. ¡Coged las cámaras!. ¡A las tiendas! Pasaba ya un buen rato del medio día. En el campo base se tomaba un te, se descansaba o se conversaba.

Un murmullo suave cada vez más sonoro llegaba desde las espalda del Everest. ¡Brouuum! ¡Brouuum!.

Una gigante nube crecía mientras descendía por las laderas que bajan hacia el Lho La y el campo base. Otra nube de nieve bajaba por las laderas que desembocan en la Cascada de Hielo.

Abajo todas las miradas del campo base se volvían hacia la montaña. ¡Coged las cámaras, recoged la ropa! gritó alguien. Los coreanos corrieron desde su campo y se refugiaron en la tienda de Mugarra.

Cada uno hizo lo que se le ocurrió. Un servidor, descalzo, acabó los rollos enhebrados en sus máquinas. La digital, lástima, estaba en la tienda comedor.

Casi tres minutos más tarde el cielo azul se convirtió en gris y soplaba el viento empujando una intensa nevada que dejó blanco el campamento. El sol volvió a verse poco después y las radios comenzaron a sonar: "Campo base para campo 2, ¿cómo va todo por ahí?", reclamaba Koldo Orbergozo. "Bien, todo bien, sólo ha nevado un poco", contestó Kepa Lizarraga.

El miércoles la nube de nieve salpicó el Campo Base; el martes la escena había sido similar. El Campo Base está a más de un kilómetro y medio de la pared del Lho La en un lugar seguro. A pesar de todo las avalanchas que barren las montañas del entorno son impresionantes.



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