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18 Octubre. EVEREST Campo Base


El color de los bosques del Khumbu y el bullicio del mercado de Namche despiden a los expedicionarios del Everest

El frío quedó en torno al Everest y sus cimas vecinas. Han sido tres días de largas caminatas los que han llevado a los miembros de la Expedición Bizkaia Medio Ambiente Everest 97 al color del otoño.

Cinco horas para desandar el camino hasta Pheriche y otras tantas para alcanzar la capital del valle Namche Bazaar. Más allá otras cinco para descender a la altitud de 2.600 metros, a un tiro de piedra del aeropuerto de Lukla.

El recorrido que se había efectuado en medio de la niebla y bajo las lluvias del monzón en las jornadas de aproximación se ha acompañado ahora de un clima más favorable, más frío en la noche pero más soleado aunque siempre ventoso. El camino, solitario o sólo recorrido por los porteadores o miembros de algunas expediciones se ha convertido, especialmente en su tramo hasta en un hervidero de gentes que trasiegan arriba y abajo, trekkers en vacaciones con una alta media de edad.

Las ganas de volver a casa hacían caminar rápido a los alpinistas de la expedición vizcaina por los aéreos senderos que abandonan el glaciar de Khumbu. Una despedida soleada permitió lanzar el último saludo a la negra pirámide del Everest desde la base de Kala Patar, esa elevación de roca negra convertida en objetivo de muchos viajeros con el sólo fin de contemplar la estampa más alta del mundo, coronada por el Everest. Dando la espalda al gigante caminamos largo para, girando el valle excavado por las aguas glaciares, acercarnos a la figura hermosa del Ama Dablam. El Lhotse con su vertical cara sur a la espalda, el Ama Dablam cambiando sus luces mientras avanzábamos por el sendero… Fue un recorrido hermoso el que por aéreas laderas nos llevó hasta la aldea encaramada de Phortse, donde fuimos invitados en la casa de nuestro shirdar Lhakpa Dorjee.

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Mercado de Namche Bazaar, ayer sábado (Foto Santiago Yaniz)

Namche Bazar esperaba en vísperas de mercado con un gran bullicio de visitantes. Los porteadores llevando huevos, carne, productos tibetanos y toda la variedad imaginable de cosas vendibles dormían al abrigo de los pinares que rodean Namche. Con la primera luz de la mañana las gradas donde se organiza el mercado se llenaron de gente. Tibetanos de duros rasgos físicos ponían sobre el suelo pieles y también ropas traídas de contrabando de china por los pasos de montaña, principalmente el Nangpa-la, al pie de Cho Oyu. Nepalis llegados de los valles bajos cortaban con sus "kukuris" carnes secas matadas hace muchos días. Verduras, cabras, calculadoras, calzado rústico… todo era motivo de transacción en el más importante mercado del Khumbu. Vimos entre el gentío a los gobernantes de los lodges que nos habían acogido a dos y tres días de camino, también a los monjes de los monasterios que nos ofrecieron bendidiones. En Namche se compró la carne, los huevos, las verduras, todo lo que comimos en el campo base del Everest. Namche cumplió ayer con su mercado semanal, famoso, atractivo y fotogénico. El pueblo sherpa estaba todo allí.


Invasión del Khumbu

Cuando a media mañana abandonábamos Namche íbamos a terminar recorriendo el camino invadido que recorre las orillas del Dudh Khosi. En la montaña el otoño vestía ya laderas y vegetación de colores y olores otoñales. Las orillas del Dudh estaban sin embargo repletas de turistas. Tanto que se hacía cola para cruzar los vertiginosos puentes que cruzan sus precipicios; especialmente cuando algún gracioso quería que se le grabara en vídeo en medio del puente. Porteadores descendiendo a la carrera de llevar sus cargas al mercado, turistas orondos, sudorosos y jadeantes a medio aclimatar reptando sendero arriba para ascender los casi mil metros de desnivel desde la ribera baja hasta la aldea… El paisaje estaba invadido como sucede cada otoño en la mejor estación para el trekking en Khumbu. Los precios habían subido aunque la cerveza seguía apareciendo en les mesas de los lodges.

Ayer supe que era el mejor momento para marchar del valle de Khumbu, el mejor momento para volver al bullicio de Kathmandu, pero sólo un momento, sólo un par de imprescindibles días porque allí también la invasión turística habrá llegado. El Everest se ha quedado sólo hasta la primavera. Lo mirarán y admirarán muchos ojos, pero sólo desde lejos. Es un poco más nuestro pero no del todo. El reto está aún ahí.


"LA PIRAMIDE", HISTORIA DE UN DESPROPOSITO

Foto
Pirámide italiana de Lobuche (Foto Santiago Yaniz)

Fue una idea de los italianos. Allá por los años 90 pidieron autorización al gobierno chino para construir en la vertiente tibetana del Everest un laboratorio científico de altura. Los chinos no querían en las tierras del Tibet objetos extraños y no aceptaron. El gobierno nepalí dijo sí y los italianos buscaron un hueco en algún elevado lugar del valle de Khumbu. Lo encontraron al pie de una vertical cascada de hielo, a 4.800 metros de altitud, en una escondida morrena glaciar de Lobuche de la que mana un bucólico regato rodeado de césped. Elevaron allí una brillante pirámide de plástico y paneles solares y a su interior llevaron ordenadores, bicicletas para efectuar pruebas de esfuerzo, sistemas de telecomunicación… Corrió con el presupuesto el instituto público de investigación - un similar a nuestro CSIC- y tras mucho bombo y platillo, varios estudios sobre la adaptación a la altura y poco más, la "pirámide" pasó a ser un carísimo laboratorio de alquiler. A buen precio, se alquilan sus reducidas salas, sus vetustos ordenadores, su energía múltiple obtenida del sol y del agua, siempre de manera ecológica. La pirámide se alquila incluso a la universidad italiana a pesar de estar costeada y mantenida con fondos públicos. Nadie trabaja en ella. La parte baja de sus edificio se ha convertido ahora en un "hotel" con calefacción y edredones de pluma. El cuidador, don Jeanpietro, guía la visita de los turistas, en poco más de diez minutos, que tampoco hay mucho que ver y les sugiere a continuación una taza de té en le restaurante. Y el hotel tien mucho éxito: en él los turistas que visitan el valle de Khumbu en el otoño se aislan por un rato al calor, con música occidental, comiendo un pastel o un buen filete de yak. Los caminos del Everest tiene también sus despropósitos.



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